El origen del pensamiento
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--Medianamente; horriblemente fatigado--respondió el caballero que acababa de sentarse.
Y adoptó una actitud tal de cansancio hundiendo la cabeza en el pecho, dejando pendientes las manos y respirando con anhelo por su boca entreabierta, que en realidad parecía deshecho por una serie de esfuerzos colosales. Paseó su mirada lánguida por los circunstantes esperando que se le pidiese explicación de aquel cansancio. Pero D. Laureano atendía a su juego; Adolfo Moreno seguía enfrascado en la lectura; Miguel Rivera, que hacía un rato había llegado, se le quedó mirando fijamente y con cierta sonrisa burlona. El único asequible en aquel momento era Mario. A él se dirigió metiéndole la boca por el oído.
--Diez y siete cuartillas.
--¿Cómo?
--Diez y siete cua